
La tentación se tuvo que presentar tan apetitosa como la manzana de Adán y Eva en el Paraíso.
Hay que tener en cuenta, sobre todo, que el demonio no le dice a Jesús que se aparte de su vocación y de su destino. Jesús es el Hijo de Dios, es decir él es Mesías, o sea el que salva a los hombres, el que saca a los hombres de la esclavitud y los hace hombres libres. Y eso está indicado expresamente en este evangelio. Porque en él se dice que Jesús estuvo en un desierto; y que allí estuvo cuarenta días completos. El Demonio quería a Jesús como realmente era, verdadero Dios y verdadero hombre.
Cuando a nosotros, el diablo, (sí, sí,…, el diablo, que de verdad existe, aunque nos dé un poco de risa); pues cuando a nosotros el diablo nos tienta, no quiere que dejemos de ser lo que somos: quiere que sigamos siendo seres humanos con inteligencia, libertad, volunta; y lo que más quiere es que sigamos siendo cristianos. Por eso nos presenta las “manzanas”, para que, como cristianos, las gustemos y las saboreemos.
En la Biblia se cuenta que el pueblo escogido por Dios (Israel) vivía como esclavo en Egipto, en tiempos muy antiguos. Y también se cuenta que Dios liberó a su pueblo de aquella esclavitud. Para eso se sirvió Dios de un personaje famoso, Moisés, que fue el libertador del pueblo oprimido. Pero eso ocurrió teniendo que pasar cuarenta años en el desierto. Y sólo después de esos cuarenta años y de aquel desierto, vino la libertad. Lo mismo le pasó a Jesús: cuarenta días y en un desierto.
El destino de Jesús es como el destino de Moisés: sacar a los hombres de la esclavitud, para que sean hombres libres. Por lo tanto, todo esto nos quiere decir que la tentación de Jesús tiene que ver con su destino y con su vocación de libertador del pueblo. Pero, ¿de qué manera?
Ya hemos dicho que el demonio no dice a Jesús que se aparte de su destino y de su vocación: ser Hijo de Dios, el Mesías, el libertador de todos los oprimidos. Lo que le dice es que haga eso de la manera como él quiere que se hagan las cosas en ente mundo. Por eso, las tentaciones empiezan con la misma proposición: Si eres el Hijo de Dios… O sea, lo que el demonio quiere, no es que Jesús se aparte de su destino, sino que cumpla ese destino de la manera que al demonio le interesa. Dicho con otras palabras: lo que el diablo quiere, no es que Jesús se aparte de su fin, sino que cumpla ese fin con los medios que el diablo quiere imponer en el mundo.
¿Y que medios son esos? Pues sencillamente, los medios más eficaces, humanamente hablando, que se pueden poner en práctica para conseguir una cosa en esta vida:
Estas tres cosas, en el fondo, son una sola cosa: el poder y la autoridad sin límites. Eso es lo que el demonio quiere que Jesús tenga: un poder, una autoridad y un dominio al que nada ni nadie se pueda resistir. En eso consiste la tentación del diablo, es decir en eso consiste la idea y el delirio satánico que el demonio quiere imponer en el mundo.
Jesús rechazó las tres tentaciones. Y las rechazó con energía. Porque vio en ellas el peligro más grande que tenemos todos los mortales: el peligro de creernos que el poder, la autoridad y el dominio son cosas buenas que se pueden utilizar para hacer el bien. Pero la pura verdad es que el poder, la autoridad y el dominio, en vez de hacer libres a los hombres, lo que pasa es que los hacen esclavos. Por eso, Jesús, en la tercera tentación le respondió al demonio exactamente lo mismo que le respondió otro día a Pedro, cuando éste quiso que Jesús no fuera a sufrir y morir en Jerusalén: en los dos casos, Jesús dijo: "Apártate de mi, Satanás" (Mt 4,10 y 16,23).
¿Qué quiso decir Jesús con esas palabras tan terribles? Pues muy sencillo, quiso decir que el ideal satánico es el ideal del poder, la autoridad y el dominio, mientras que el ideal de Jesús es ir derechamente a la pasión, a la cruz y a la muerte.
Se trata, por lo tanto, de dos caminos opuestos el uno al otro; y que están el uno contra el otro. El camino de Satanás es el camino del poder y del dominio, mientras que el camino de Jesús es el camino del servicio, la igualdad con todos, el no estar por encima de nadie, no tolerar que nadie domine a nadie, no soportar que nadie oprima a nadie.
Las tentaciones de Jesús siguen atacando a todos los mortales. Y así estamos "educados". Hasta el punto de que nos parece que ni la sociedad ni la religión pueden funcionar como no sea a base de que algunos (unos pocos) manden y dominen a los demás. Es verdad que todos los que tienen puestos de mando y de dominio dicen que ellos cumplen con eso como un "servicio". Pero, en realidad, ¿qué se puede pensar de eso?
Es casi seguro que la vida y el mundo no se pueden organizar de acuerdo con el camino de Jesús. Porque siempre y en todas partes hay y habrá quienes quieran dominar a los demás ("para hacerles el bien"... ¡qué divertido!).
Los cristianos tenemos que ser personas, que por seguir a Jesús, resistan a las tentaciones que resistió Jesús y, a lo mejor, corren la misma suerte que corrió Jesús. Pero eso vale la pena, si de esa manera hacemos posible que alguien sea de verdad libre y viva como hijo de Dios.
Posible CONCLUSIÓN
Tener tentaciones es normal: queremos tener poder, tener autoridad, dominio. Tenemos las tentaciones, y el diablo no quiere que dejemos de ser cristianos, quiere que caigamos en la tentación precisamente porque somos cristianos. ¡¡¡Vencer la tentación es una gozada, puedes estar seguro, podemos estar seguros!!!
Hay que tener en cuenta, sobre todo, que el demonio no le dice a Jesús que se aparte de su vocación y de su destino. Jesús es el Hijo de Dios, es decir él es Mesías, o sea el que salva a los hombres, el que saca a los hombres de la esclavitud y los hace hombres libres. Y eso está indicado expresamente en este evangelio. Porque en él se dice que Jesús estuvo en un desierto; y que allí estuvo cuarenta días completos. El Demonio quería a Jesús como realmente era, verdadero Dios y verdadero hombre.
Cuando a nosotros, el diablo, (sí, sí,…, el diablo, que de verdad existe, aunque nos dé un poco de risa); pues cuando a nosotros el diablo nos tienta, no quiere que dejemos de ser lo que somos: quiere que sigamos siendo seres humanos con inteligencia, libertad, volunta; y lo que más quiere es que sigamos siendo cristianos. Por eso nos presenta las “manzanas”, para que, como cristianos, las gustemos y las saboreemos.
En la Biblia se cuenta que el pueblo escogido por Dios (Israel) vivía como esclavo en Egipto, en tiempos muy antiguos. Y también se cuenta que Dios liberó a su pueblo de aquella esclavitud. Para eso se sirvió Dios de un personaje famoso, Moisés, que fue el libertador del pueblo oprimido. Pero eso ocurrió teniendo que pasar cuarenta años en el desierto. Y sólo después de esos cuarenta años y de aquel desierto, vino la libertad. Lo mismo le pasó a Jesús: cuarenta días y en un desierto.
El destino de Jesús es como el destino de Moisés: sacar a los hombres de la esclavitud, para que sean hombres libres. Por lo tanto, todo esto nos quiere decir que la tentación de Jesús tiene que ver con su destino y con su vocación de libertador del pueblo. Pero, ¿de qué manera?
Ya hemos dicho que el demonio no dice a Jesús que se aparte de su destino y de su vocación: ser Hijo de Dios, el Mesías, el libertador de todos los oprimidos. Lo que le dice es que haga eso de la manera como él quiere que se hagan las cosas en ente mundo. Por eso, las tentaciones empiezan con la misma proposición: Si eres el Hijo de Dios… O sea, lo que el demonio quiere, no es que Jesús se aparte de su destino, sino que cumpla ese destino de la manera que al demonio le interesa. Dicho con otras palabras: lo que el diablo quiere, no es que Jesús se aparte de su fin, sino que cumpla ese fin con los medios que el diablo quiere imponer en el mundo.
¿Y que medios son esos? Pues sencillamente, los medios más eficaces, humanamente hablando, que se pueden poner en práctica para conseguir una cosa en esta vida:
1º) tener el poder de convertir hasta las piedras en pan;
2º) caer como llovido del cielo entre los aplausos de ángeles y de hombres;
3º) y por si todo eso fuera poco, tener todo el mundo y todos los reinos de la tierra a los pies, o sea bajo sus dominios: dominar el mundo
Estas tres cosas, en el fondo, son una sola cosa: el poder y la autoridad sin límites. Eso es lo que el demonio quiere que Jesús tenga: un poder, una autoridad y un dominio al que nada ni nadie se pueda resistir. En eso consiste la tentación del diablo, es decir en eso consiste la idea y el delirio satánico que el demonio quiere imponer en el mundo.
Jesús rechazó las tres tentaciones. Y las rechazó con energía. Porque vio en ellas el peligro más grande que tenemos todos los mortales: el peligro de creernos que el poder, la autoridad y el dominio son cosas buenas que se pueden utilizar para hacer el bien. Pero la pura verdad es que el poder, la autoridad y el dominio, en vez de hacer libres a los hombres, lo que pasa es que los hacen esclavos. Por eso, Jesús, en la tercera tentación le respondió al demonio exactamente lo mismo que le respondió otro día a Pedro, cuando éste quiso que Jesús no fuera a sufrir y morir en Jerusalén: en los dos casos, Jesús dijo: "Apártate de mi, Satanás" (Mt 4,10 y 16,23).
¿Qué quiso decir Jesús con esas palabras tan terribles? Pues muy sencillo, quiso decir que el ideal satánico es el ideal del poder, la autoridad y el dominio, mientras que el ideal de Jesús es ir derechamente a la pasión, a la cruz y a la muerte.
Se trata, por lo tanto, de dos caminos opuestos el uno al otro; y que están el uno contra el otro. El camino de Satanás es el camino del poder y del dominio, mientras que el camino de Jesús es el camino del servicio, la igualdad con todos, el no estar por encima de nadie, no tolerar que nadie domine a nadie, no soportar que nadie oprima a nadie.
Las tentaciones de Jesús siguen atacando a todos los mortales. Y así estamos "educados". Hasta el punto de que nos parece que ni la sociedad ni la religión pueden funcionar como no sea a base de que algunos (unos pocos) manden y dominen a los demás. Es verdad que todos los que tienen puestos de mando y de dominio dicen que ellos cumplen con eso como un "servicio". Pero, en realidad, ¿qué se puede pensar de eso?
Es casi seguro que la vida y el mundo no se pueden organizar de acuerdo con el camino de Jesús. Porque siempre y en todas partes hay y habrá quienes quieran dominar a los demás ("para hacerles el bien"... ¡qué divertido!).
Los cristianos tenemos que ser personas, que por seguir a Jesús, resistan a las tentaciones que resistió Jesús y, a lo mejor, corren la misma suerte que corrió Jesús. Pero eso vale la pena, si de esa manera hacemos posible que alguien sea de verdad libre y viva como hijo de Dios.
Posible CONCLUSIÓN
Tener tentaciones es normal: queremos tener poder, tener autoridad, dominio. Tenemos las tentaciones, y el diablo no quiere que dejemos de ser cristianos, quiere que caigamos en la tentación precisamente porque somos cristianos. ¡¡¡Vencer la tentación es una gozada, puedes estar seguro, podemos estar seguros!!!
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