
Estamos hablando de la Eucaristía, como medio para adquirir la gracia de Dios que necesitamos para ser “cristianos, por la gracia de Dios”.
Para comprender lo que hizo Jesús en aquella ocasión, cuando se despedía de sus discípulos, poco antes de que le apresaran en el huerto de Getsemaní, hay que tener en cuenta lo siguiente.
Las personas nos relacionamos unos con otros, y nos comunicamos, los unos con los otros, por medio de palabras: cuando dos personas hablan, se relacionan y se comunican entre sí. Pero las palabras no son la única forma de comunicarnos que tenemos las personas. También nos comunicamos por medio de gestos, por ejemplo moviendo la cabeza o las manos: el que se encoge de hombros, hace otro tipo de gestos ya se está comunicando de forma y a veces bastante clara. Esos gestos equivalen a las palabras. A esos gestos se les suele llamar "signos"; o también se les puede llamar "señales".
Pero hay todavía otra manera de comunicarse: una madre se comunica con su hijo recién nacido cogiéndolo en brazos, acariciándolo, besándolo; y prueba de que se comunica con el hijo es que el niño, en cuanto siente el calor de la madre, se queda tranquilo y deja de llorar. El niño no entiende los gestos que hace la madre, pero siente que así está más a gusto. Por eso, a esos gestos ya no se les llama "signos" o "señales", sino "símbolos". Lo cual quiere decir que un signo es la expresión o la comunicación de una idea, mientras que un "símbolo" es la expresión o la comunicación de una experiencia. E1 niño no piensa, no tiene ideas, pero si siente y experimenta. Por eso, con el niño pequeñito no nos podemos comunicar por medio de "signos", sino solamente por medio de "símbolos".
Los "símbolos" sirven para comunicarse también las personas mayores entre si. Por ejemplo, una mirada, que se le escapa a uno sin darse cuenta, es un gesto que expresa a veces mucho más que un discurso. Porque las experiencias más fuertes que uno siente en la vida no se pueden comunicar de verdad por medio de las palabras y explicaciones, sino solamente por medio de "símbolos". Por eso, cuando dos personas se quieren, basta una mirada para comunicárselo entre si.
La vida está llena de "símbolos". Cuando uno está contento, se le nota en la cara. Por eso, el gesto de su cara es el "símbolo" que expresa la experiencia que vive o que siente. Cuando alguien encuentra a un amigo, le da la mano o quizá lo abraza. El apretón de manos o el abrazo son los símbolos que expresan el afecto y la amistad. El novio y la novia se besan y se acarician. Los besos y las caricias son los "símbolos" que expresan el cariño. Y así podríamos seguir poniendo ejemplos de los mil "símbolos" que tenemos las personas para expresar y comunicar nuestras experiencias.
Uno de los "símbolos" más frecuentes que hay en la vida es el hecho de comer juntos: cuando las personas se sientan a la misma mesa y comparten la misma comida, expresan de esa manera la cercanía de unos a otros, el afecto, la amistad y la acogida. Porque la comida es lo que mantiene la vida. Por eso, el hecho de compartir la misma comida es el símbolo que expresa, al menos de alguna manera, que se comparte la misma vida. Y lo mismo pasa con la bebida: el vino alegra la vida; y por eso, beber en la misma copa expresa que se comparte la misma alegría.
Pues bien, eso es lo que hizo Jesús con su comunidad de discípulos. Y lo hizo muy bien. Porque los evangelios hablan con frecuencia de las comidas de Jesús con sus discípulos.
Precisamente a propósito de las comidas, el evangelio de Lucas recuerda lo que el mismo Jesús les decía a los suyos: "Cuando des una comida, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos; y dichoso tú entonces porque no pueden pagarte, te pagarán cuando resuciten los justos" (Lc 14, 13 14; ver también Lc 14, 21-23).
Estas palabras de Jesús son muy importantes, por una razón que se comprende enseguida: en aquel tiempo más que ahora, el hecho de comer juntos expresaba la intimidad y la solidaridad más fuerte. Por eso, cuando Jesús les dice a los cristianos que si dan una comida, inviten a los pobres y a los desgraciados, en realidad lo que les dice es que tienen que intimar, estar muy cerca y hacerse solidarios con esa clase de personas. Y eso quiere decir que la experiencia más fuerte de los cristianos tiene que ser la cercanía y la solidaridad con los pobres.
Por otra parte, sabemos que Jesús celebró la cena de despedida precisamente durante las fiestas de la Pascua de los judíos. En esas fiestas los judíos celebraban en sus casas una cena, a la que le llamaban "el pan de los pobres". De esa manera, Jesús quería indicar que cuando los cristianos celebramos la "cena del Señor" (eso es la Misa ), realizamos el "símbolo" del amor y la solidaridad con los trabajadores y con los que no tienen trabajo, con los que no ganan para comer y con todos los desgraciados.
Pero Jesús no se limitó a comer en la misma mesa con los suyos, sino que hizo algo más. Jesús partió un pan, que enseguida se repartió entre todos (Mt 26, 26; Mc 14, 22; Lc 22, 19; 1Cor 11, 24) y a continuación repartió la misma copa, que pasó de mano en mano desde el primero hasta el último (Mt 26, 27; Mc 14, 23; Lc 22, 20; 1Cor 11, 25). Este detalle es importante. Tan importante que, entre los cristianos primitivos, a la Misa se le llamaba "partir el pan" (Act 2, 46; 20, 7.11; 27, 35; 1Cor 10, 16; 11, 24; ver también Lc 24, 30; Mt 14, 19; 15, 36; Mc 8, 6. 19).
Y es que, para aquellos primeros cristianos, eso de compartir el mismo pan no era una cosa secundaria. Porque eso era el "símbolo" con el que ellos expresaban que la vida que llevó Jesús y la vida que ellos llevaban eran vidas muy unidas, como unidos están los granos de trigo en el mismo pan.
Pero la cosa no para ahí. Porque los evangelios cuentan que cuando Jesús repartió el pan, él mismo pronunció estas palabras: "Tomad, comed; esto es mi cuerpo" (Mt 26, 26; Mc 14, 22; Lc 22, 19; 1Cor 11, 24). Y cuando les pasó la copa dijo también algo parecido: "bebed todos, que ésta es mi sangre" (Mt 26, 28; Mc 14, 24). Esas palabras de Jesús quieren decir que el pan que se parte y se reparte no es un pan cualquiera, un pan como los demás, sino que es la persona misma de Jesús, que se hace presente de verdad y se une así a todos y cada uno en la comunidad. Y entonces se cumple lo que el mismo Jesús había dicho: "Quien come mi carne y bebe mi sangre sigue conmigo y yo con él"; (Jn 6, 56). Lo cual quiere decir que la Misa es el símbolo, memorial, que expresa que cada cristiano une su vida, no sólo a la vida de los pobres, sino también a la vida del mismo Jesús.
Para comprender lo que hizo Jesús en aquella ocasión, cuando se despedía de sus discípulos, poco antes de que le apresaran en el huerto de Getsemaní, hay que tener en cuenta lo siguiente.
Las personas nos relacionamos unos con otros, y nos comunicamos, los unos con los otros, por medio de palabras: cuando dos personas hablan, se relacionan y se comunican entre sí. Pero las palabras no son la única forma de comunicarnos que tenemos las personas. También nos comunicamos por medio de gestos, por ejemplo moviendo la cabeza o las manos: el que se encoge de hombros, hace otro tipo de gestos ya se está comunicando de forma y a veces bastante clara. Esos gestos equivalen a las palabras. A esos gestos se les suele llamar "signos"; o también se les puede llamar "señales".
Pero hay todavía otra manera de comunicarse: una madre se comunica con su hijo recién nacido cogiéndolo en brazos, acariciándolo, besándolo; y prueba de que se comunica con el hijo es que el niño, en cuanto siente el calor de la madre, se queda tranquilo y deja de llorar. El niño no entiende los gestos que hace la madre, pero siente que así está más a gusto. Por eso, a esos gestos ya no se les llama "signos" o "señales", sino "símbolos". Lo cual quiere decir que un signo es la expresión o la comunicación de una idea, mientras que un "símbolo" es la expresión o la comunicación de una experiencia. E1 niño no piensa, no tiene ideas, pero si siente y experimenta. Por eso, con el niño pequeñito no nos podemos comunicar por medio de "signos", sino solamente por medio de "símbolos".
Los "símbolos" sirven para comunicarse también las personas mayores entre si. Por ejemplo, una mirada, que se le escapa a uno sin darse cuenta, es un gesto que expresa a veces mucho más que un discurso. Porque las experiencias más fuertes que uno siente en la vida no se pueden comunicar de verdad por medio de las palabras y explicaciones, sino solamente por medio de "símbolos". Por eso, cuando dos personas se quieren, basta una mirada para comunicárselo entre si.
La vida está llena de "símbolos". Cuando uno está contento, se le nota en la cara. Por eso, el gesto de su cara es el "símbolo" que expresa la experiencia que vive o que siente. Cuando alguien encuentra a un amigo, le da la mano o quizá lo abraza. El apretón de manos o el abrazo son los símbolos que expresan el afecto y la amistad. El novio y la novia se besan y se acarician. Los besos y las caricias son los "símbolos" que expresan el cariño. Y así podríamos seguir poniendo ejemplos de los mil "símbolos" que tenemos las personas para expresar y comunicar nuestras experiencias.
Uno de los "símbolos" más frecuentes que hay en la vida es el hecho de comer juntos: cuando las personas se sientan a la misma mesa y comparten la misma comida, expresan de esa manera la cercanía de unos a otros, el afecto, la amistad y la acogida. Porque la comida es lo que mantiene la vida. Por eso, el hecho de compartir la misma comida es el símbolo que expresa, al menos de alguna manera, que se comparte la misma vida. Y lo mismo pasa con la bebida: el vino alegra la vida; y por eso, beber en la misma copa expresa que se comparte la misma alegría.
Pues bien, eso es lo que hizo Jesús con su comunidad de discípulos. Y lo hizo muy bien. Porque los evangelios hablan con frecuencia de las comidas de Jesús con sus discípulos.
Precisamente a propósito de las comidas, el evangelio de Lucas recuerda lo que el mismo Jesús les decía a los suyos: "Cuando des una comida, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos; y dichoso tú entonces porque no pueden pagarte, te pagarán cuando resuciten los justos" (Lc 14, 13 14; ver también Lc 14, 21-23).
Estas palabras de Jesús son muy importantes, por una razón que se comprende enseguida: en aquel tiempo más que ahora, el hecho de comer juntos expresaba la intimidad y la solidaridad más fuerte. Por eso, cuando Jesús les dice a los cristianos que si dan una comida, inviten a los pobres y a los desgraciados, en realidad lo que les dice es que tienen que intimar, estar muy cerca y hacerse solidarios con esa clase de personas. Y eso quiere decir que la experiencia más fuerte de los cristianos tiene que ser la cercanía y la solidaridad con los pobres.
Por otra parte, sabemos que Jesús celebró la cena de despedida precisamente durante las fiestas de la Pascua de los judíos. En esas fiestas los judíos celebraban en sus casas una cena, a la que le llamaban "el pan de los pobres". De esa manera, Jesús quería indicar que cuando los cristianos celebramos la "cena del Señor" (eso es la Misa ), realizamos el "símbolo" del amor y la solidaridad con los trabajadores y con los que no tienen trabajo, con los que no ganan para comer y con todos los desgraciados.
Pero Jesús no se limitó a comer en la misma mesa con los suyos, sino que hizo algo más. Jesús partió un pan, que enseguida se repartió entre todos (Mt 26, 26; Mc 14, 22; Lc 22, 19; 1Cor 11, 24) y a continuación repartió la misma copa, que pasó de mano en mano desde el primero hasta el último (Mt 26, 27; Mc 14, 23; Lc 22, 20; 1Cor 11, 25). Este detalle es importante. Tan importante que, entre los cristianos primitivos, a la Misa se le llamaba "partir el pan" (Act 2, 46; 20, 7.11; 27, 35; 1Cor 10, 16; 11, 24; ver también Lc 24, 30; Mt 14, 19; 15, 36; Mc 8, 6. 19).
Y es que, para aquellos primeros cristianos, eso de compartir el mismo pan no era una cosa secundaria. Porque eso era el "símbolo" con el que ellos expresaban que la vida que llevó Jesús y la vida que ellos llevaban eran vidas muy unidas, como unidos están los granos de trigo en el mismo pan.
Pero la cosa no para ahí. Porque los evangelios cuentan que cuando Jesús repartió el pan, él mismo pronunció estas palabras: "Tomad, comed; esto es mi cuerpo" (Mt 26, 26; Mc 14, 22; Lc 22, 19; 1Cor 11, 24). Y cuando les pasó la copa dijo también algo parecido: "bebed todos, que ésta es mi sangre" (Mt 26, 28; Mc 14, 24). Esas palabras de Jesús quieren decir que el pan que se parte y se reparte no es un pan cualquiera, un pan como los demás, sino que es la persona misma de Jesús, que se hace presente de verdad y se une así a todos y cada uno en la comunidad. Y entonces se cumple lo que el mismo Jesús había dicho: "Quien come mi carne y bebe mi sangre sigue conmigo y yo con él"; (Jn 6, 56). Lo cual quiere decir que la Misa es el símbolo, memorial, que expresa que cada cristiano une su vida, no sólo a la vida de los pobres, sino también a la vida del mismo Jesús.
No hay comentarios:
Publicar un comentario