
Los cristianos, que queremos serlo “por la gracia de Dios”, necesitamos la oración y necesitamos vivir la Eucaristía como “memorial” de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.
Pero Jesús, cuando se despedía de sus discípulos, en la última cena, precisamente les dijo: “Os conviene que yo me vaya, porque si no me voy, no vendrá vuestro abogado; en cambio si me voy, os lo enviaré” (Jn 16, 7)
Por tanto Jesús tenía previsto que nosotros, los seguidores de Jesús, tuviéramos un abogado que hiciera lo que hacen los buenos abogados: defender, aconsejar, orientar, indicar lo que se debe hacer y lo que se debe evitar: Este abogado es el Espíritu Santo.
Vamos a ver que es lo que pasó cuando vino ese “abogado” a los primeros cristianos y vamos a ver cuándo lo recibimos nosotros y qué debe pasarnos.
El día que vino sobre al primera comunidad cristiana el día de Pentecostés, celebraban los judíos una fiesta importante, la fiesta de los agricultores, que agradecían a Dios los frutos de la cosecha. Pero en tiempos de Jesús, esa fiesta tenía también otro significado: se celebraba los cincuenta días después del Paso del Mar Rojo.
Entonces resulta que la Fiesta de Pentecostés se celebraba precisamente los cincuenta días de la Pascua. Por lo tanto en ese día los judíos celebraban la fiesta de la ley sagrada. Así pues, Dios mandó su Espíritu el mismo día de la Ley.
Tiene razón el apóstol Pablo cuando dice que el Espíritu nos ha liberado de la Ley y que la única ley para nosotros es el amor (Rom 8, 2).
Cuando vino el Espíritu Santo vino sobre la Comunidad cristiana sucedió una cosa muy extraña: todos los discípulos se pudieron a hablar, pero de toda manera que todo el mundo les entendía.
EL ABOGADO DE LOS CRISTIANOS
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EL AUXILIO de MARÍA
Cuando Jesús se despedía de sus discípulos, precisamente en la última cena, les dijo a los del grupo: "Os conviene que yo me vaya, porque si no me voy, no vendrá vuestro abogado; en cambio si me voy, os lo enviaré" (Jn 16, 7). Por lo tanto, Jesús antes de marcharse, prometió que iba a mandar un abogado, para que hiciera con los cristianos lo que hacen los buenos abogados: defender, aconsejar, orientar, indicar lo que se debe hacer y lo que se debe evitar. Este abogado es el Espíritu Santo. Por eso, vamos a ver lo que pasó cuando vino el Espíritu Santo. Y también vamos a pensar en el papel que desempeña el Espíritu en la vida de los cristianos y en la marcha de la comunidad.
Pero también tenemos una “abogada”, que es imprescindible en nuestra vida cristiana, en nuestro ser cristiano: es la Virgen María, la Madre de Jesús y Madre nuestra. Ella nos ayuda, nos protege, nos acompaña en nuestro caminar.
HECHOS DE LOS APÓSTOLES, 2, 1-12
HECHOS DE LOS APÓSTOLES, 1, 12-14
ACLARACIONES
El Espíritu Santo vino sobre la primera comunidad cristiana el día de Pentecostés. Ese día celebraban los judíos una fiesta importante, la fiesta de los agricultores, que agradecían a Dios los frutos de la cosecha. Pero en tiempo de Jesús, esa fiesta tenía, además, otro significado: decían los sacerdotes y los fariseos que Dios le había entregado a Moisés la Ley sagrada, en el monte Sinaí, cincuenta días después del paso del Mar Rojo. Y resulta que la fiesta de Pentecostés se celebraba precisamente a cincuenta días de la Pascua. Y por eso se llamaba Pentecostés, porque esa palabra quiere decir cincuenta. Por lo tanto, en ese día los judíos celebraban la fiesta de la ley sagrada. Pues bien, Dios mandó su Espíritu sobre los cristianos el día mismo de la Ley. Y eso quiere decir lo siguiente: la religión de los judíos nació con la Ley; la vida de la comunidad cristiana nació con el Espíritu. Y por eso, lo que distinguía a los judíos era el sometimiento a las normas y preceptos de la Ley; por el contrario, lo que debe distinguir a los cristianos es la fidelidad al Espíritu. Tiene razón el apóstol Pablo cuando dice que el Espíritu nos ha liberado de la Ley (Rom 8, 2). Para los cristianos, la única ley es el amor, "porque el que ama a otro tiene cumplida la ley" (Rom 13, 8; Gal 5, 14).
Por otra parte, cuando vino el Espíritu Santo sobre la comunidad ocurrió una cosa muy extraña: todos los discípulos se pusieron a hablar, pero de tal manera que todo el mundo los entendía, cada uno en su propia lengua, y eso que allí había muchos extranjeros que habían venido a la fiesta. O sea, lo primero que hizo el Espíritu, en cuanto vino sobre la comunidad, fue conse¬guir que los cristianos se entendieran con todo el mundo. ¿Qué quiere decir eso? Cuenta la Biblia que, en tiempos antiquísimos, los hombres llegaron a ser tan orgullosos y malvados que quisieron construir una torre que subiera hasta el cielo, para hacerse así muy famosos (Gen 11,4). Pero Dios no lo permitió. Y entonces confundió las lenguas de aquellos hombres, del tal manera que cada uno empezó a hablar un idioma distinto y ya no hubo forma de que cada se entendiera con su prójimo (Gen 11, 7). Por eso, la torre aquella se llamó Babel, por la confusión que allí se organizó (Gen 11, 9), puesto que allí nadie se entendía con los demás. No les interesa ni el amor ni la justicia. Y lo malo del asunto es que, por lo general, los que piensan de esa manera son los que tienen el dinero y el poder en sus manos.
Con esa gente no está de acuerdo el Espíritu Santo. Y por eso, con esa gente no pueden estar de acuerdo los cristianos. Ni pueden estar de acuerdo, ni se pueden callar ante ese tipo de personas. Resulta entonces que los cristianos se van a tener que meter con frecuencia en líos, porque se van a tener que enfrentar a los poderosos. Y es precisamente por eso, por lo que los cristianos necesitan un buen abogado defensor. En efecto, Jesús prometió mandar un abogado (Jn 14, 16.26; 15, 26; 16, 7; cf. 1Jn 2,1). Pero todos sabemos que el que necesita un abogado defensor es porque vive metido en problemas, en dificultades.
Estos líos y complicaciones son la consecuencia inevitable del enfrentamiento de los cristianos con el "mundo", es decir con el "orden" presente, que designa a los dirigentes que condenaron a Jesús y a todos los que siguen condenando y atropellando a los inocentes. Por eso, según explicó el mismo Jesús, el papel del abogado (del Espíritu) de los cristianos es "echar en cara al mundo que tiene pecado, que (Jesús) lleva razón y que se ha dado sentencia" (Jn 16, 8). En esto consiste la tarea que va a tener el abogado de los cristianos: primero, echar en cara a todos los que cometen opresiones, injusticias y asesinatos, que eso es un pecado y que, por tanto, Dios no está con ellos; segundo, demostrar que Jesús tenía razón y, por consiguiente, que la verdad está en todos los que se ven maltratados por la injusticia y la opresión de los sistemas de este mundo; tercero, que ya se ha dado la sentencia contra el jefe del "orden este" (Jn 16, 9 11).
Por lo tanto, una comunidad cristiana que vive en paz y en buena armonía con los dirigentes que siguen causando la injusticia o que la siguen tolerando es una comunidad que se ha apartado de su camino. Y por eso, una co¬munidad que se acuerda del Espíritu sólo para rezarle, pero que no siente la necesidad del Espíritu como abogado que la defiende ante los opresores y los tiranos es una comunidad que anda desorientada y equivocada.
En resumen, desde el día que vino el Espíritu empezó a existir y funcionar la Iglesia. Eso quiere decir que la Iglesia es la comunidad del Espíritu, o sea el conjunto de hombres y mujeres que tienen fe en Jesús y son dirigidos por el Espíritu de Dios. Pero, entonces, eso significa que, la Iglesia es:
Pero Jesús, cuando se despedía de sus discípulos, en la última cena, precisamente les dijo: “Os conviene que yo me vaya, porque si no me voy, no vendrá vuestro abogado; en cambio si me voy, os lo enviaré” (Jn 16, 7)
Por tanto Jesús tenía previsto que nosotros, los seguidores de Jesús, tuviéramos un abogado que hiciera lo que hacen los buenos abogados: defender, aconsejar, orientar, indicar lo que se debe hacer y lo que se debe evitar: Este abogado es el Espíritu Santo.
Vamos a ver que es lo que pasó cuando vino ese “abogado” a los primeros cristianos y vamos a ver cuándo lo recibimos nosotros y qué debe pasarnos.
El día que vino sobre al primera comunidad cristiana el día de Pentecostés, celebraban los judíos una fiesta importante, la fiesta de los agricultores, que agradecían a Dios los frutos de la cosecha. Pero en tiempos de Jesús, esa fiesta tenía también otro significado: se celebraba los cincuenta días después del Paso del Mar Rojo.
Entonces resulta que la Fiesta de Pentecostés se celebraba precisamente los cincuenta días de la Pascua. Por lo tanto en ese día los judíos celebraban la fiesta de la ley sagrada. Así pues, Dios mandó su Espíritu el mismo día de la Ley.
Tiene razón el apóstol Pablo cuando dice que el Espíritu nos ha liberado de la Ley y que la única ley para nosotros es el amor (Rom 8, 2).
Cuando vino el Espíritu Santo vino sobre la Comunidad cristiana sucedió una cosa muy extraña: todos los discípulos se pudieron a hablar, pero de toda manera que todo el mundo les entendía.
EL ABOGADO DE LOS CRISTIANOS
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EL AUXILIO de MARÍA
Cuando Jesús se despedía de sus discípulos, precisamente en la última cena, les dijo a los del grupo: "Os conviene que yo me vaya, porque si no me voy, no vendrá vuestro abogado; en cambio si me voy, os lo enviaré" (Jn 16, 7). Por lo tanto, Jesús antes de marcharse, prometió que iba a mandar un abogado, para que hiciera con los cristianos lo que hacen los buenos abogados: defender, aconsejar, orientar, indicar lo que se debe hacer y lo que se debe evitar. Este abogado es el Espíritu Santo. Por eso, vamos a ver lo que pasó cuando vino el Espíritu Santo. Y también vamos a pensar en el papel que desempeña el Espíritu en la vida de los cristianos y en la marcha de la comunidad.
Pero también tenemos una “abogada”, que es imprescindible en nuestra vida cristiana, en nuestro ser cristiano: es la Virgen María, la Madre de Jesús y Madre nuestra. Ella nos ayuda, nos protege, nos acompaña en nuestro caminar.
HECHOS DE LOS APÓSTOLES, 2, 1-12
“Al llegar el día de Pentecostés estaban todos los discípulos reunidos en un mismo sitio. De repente, resonó un ruido del cielo, como si fuera un viento muy fuerte, que se oyó en toda la casa donde estaban. Y vieron aparecer unas lenguas como de fuego que se repartían y se paraban encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo; y empezaron a hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse. Había entonces en Jerusalén judíos piadosos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno oía a los discípulos hablar en su propio idioma. Y todos, desorientados y admirados, preguntaban: ¿No son de Galilea todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oye hablar en su lengua de nacimiento?… No acertando a explicarse aquello, se preguntaban impresionados: ¿Qué quiero decir esto?”.
HECHOS DE LOS APÓSTOLES, 1, 12-14
“Entonces se volvieron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, que dista poco de Jerusalén, el espacio de un camino sabático. Y cuando llegaron subieron a la estancia superior, donde vivían, Pedro, Juan, Santiago y Andrés; Felipe y Tomás; Bartolomé y Mateo; Santiago de Alfeo, Simón el Zelotes y Judas de Santiago. Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos.”
ACLARACIONES
El Espíritu Santo vino sobre la primera comunidad cristiana el día de Pentecostés. Ese día celebraban los judíos una fiesta importante, la fiesta de los agricultores, que agradecían a Dios los frutos de la cosecha. Pero en tiempo de Jesús, esa fiesta tenía, además, otro significado: decían los sacerdotes y los fariseos que Dios le había entregado a Moisés la Ley sagrada, en el monte Sinaí, cincuenta días después del paso del Mar Rojo. Y resulta que la fiesta de Pentecostés se celebraba precisamente a cincuenta días de la Pascua. Y por eso se llamaba Pentecostés, porque esa palabra quiere decir cincuenta. Por lo tanto, en ese día los judíos celebraban la fiesta de la ley sagrada. Pues bien, Dios mandó su Espíritu sobre los cristianos el día mismo de la Ley. Y eso quiere decir lo siguiente: la religión de los judíos nació con la Ley; la vida de la comunidad cristiana nació con el Espíritu. Y por eso, lo que distinguía a los judíos era el sometimiento a las normas y preceptos de la Ley; por el contrario, lo que debe distinguir a los cristianos es la fidelidad al Espíritu. Tiene razón el apóstol Pablo cuando dice que el Espíritu nos ha liberado de la Ley (Rom 8, 2). Para los cristianos, la única ley es el amor, "porque el que ama a otro tiene cumplida la ley" (Rom 13, 8; Gal 5, 14).
Por otra parte, cuando vino el Espíritu Santo sobre la comunidad ocurrió una cosa muy extraña: todos los discípulos se pusieron a hablar, pero de tal manera que todo el mundo los entendía, cada uno en su propia lengua, y eso que allí había muchos extranjeros que habían venido a la fiesta. O sea, lo primero que hizo el Espíritu, en cuanto vino sobre la comunidad, fue conse¬guir que los cristianos se entendieran con todo el mundo. ¿Qué quiere decir eso? Cuenta la Biblia que, en tiempos antiquísimos, los hombres llegaron a ser tan orgullosos y malvados que quisieron construir una torre que subiera hasta el cielo, para hacerse así muy famosos (Gen 11,4). Pero Dios no lo permitió. Y entonces confundió las lenguas de aquellos hombres, del tal manera que cada uno empezó a hablar un idioma distinto y ya no hubo forma de que cada se entendiera con su prójimo (Gen 11, 7). Por eso, la torre aquella se llamó Babel, por la confusión que allí se organizó (Gen 11, 9), puesto que allí nadie se entendía con los demás. No les interesa ni el amor ni la justicia. Y lo malo del asunto es que, por lo general, los que piensan de esa manera son los que tienen el dinero y el poder en sus manos.
Con esa gente no está de acuerdo el Espíritu Santo. Y por eso, con esa gente no pueden estar de acuerdo los cristianos. Ni pueden estar de acuerdo, ni se pueden callar ante ese tipo de personas. Resulta entonces que los cristianos se van a tener que meter con frecuencia en líos, porque se van a tener que enfrentar a los poderosos. Y es precisamente por eso, por lo que los cristianos necesitan un buen abogado defensor. En efecto, Jesús prometió mandar un abogado (Jn 14, 16.26; 15, 26; 16, 7; cf. 1Jn 2,1). Pero todos sabemos que el que necesita un abogado defensor es porque vive metido en problemas, en dificultades.
Estos líos y complicaciones son la consecuencia inevitable del enfrentamiento de los cristianos con el "mundo", es decir con el "orden" presente, que designa a los dirigentes que condenaron a Jesús y a todos los que siguen condenando y atropellando a los inocentes. Por eso, según explicó el mismo Jesús, el papel del abogado (del Espíritu) de los cristianos es "echar en cara al mundo que tiene pecado, que (Jesús) lleva razón y que se ha dado sentencia" (Jn 16, 8). En esto consiste la tarea que va a tener el abogado de los cristianos: primero, echar en cara a todos los que cometen opresiones, injusticias y asesinatos, que eso es un pecado y que, por tanto, Dios no está con ellos; segundo, demostrar que Jesús tenía razón y, por consiguiente, que la verdad está en todos los que se ven maltratados por la injusticia y la opresión de los sistemas de este mundo; tercero, que ya se ha dado la sentencia contra el jefe del "orden este" (Jn 16, 9 11).
Por lo tanto, una comunidad cristiana que vive en paz y en buena armonía con los dirigentes que siguen causando la injusticia o que la siguen tolerando es una comunidad que se ha apartado de su camino. Y por eso, una co¬munidad que se acuerda del Espíritu sólo para rezarle, pero que no siente la necesidad del Espíritu como abogado que la defiende ante los opresores y los tiranos es una comunidad que anda desorientada y equivocada.
En resumen, desde el día que vino el Espíritu empezó a existir y funcionar la Iglesia. Eso quiere decir que la Iglesia es la comunidad del Espíritu, o sea el conjunto de hombres y mujeres que tienen fe en Jesús y son dirigidos por el Espíritu de Dios. Pero, entonces, eso significa que, la Iglesia es:
- la comunidad en la que el Espíritu te libera de la ley, porque en ella se vive de verdad el amor;
- la comunidad en la que el Espíritu hace que la gente se entienda y se comprenda, aunque haya lenguajes diferentes o idiomas distintos;
- la comunidad en la que el Espíritu tiene que defender a los cristianos frente a los opresores y los arrogantes, porque en la comunidad de la Iglesia todos están de parte de los que sufren las consecuencias de la opresión y la injusticia.
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