SERVICIO EN LA IGLESIA.
Fuente: M.G. Masciarelli
4. MARÍA, MODELO de IDENTIFICACIÓN en la VIDA del LAICO.
María no tiene solamente una relación “maternal” para los laicos, es ejemplo, “modelo de identificación”.
Existen tres aperturas:
1/ Condición y función laical de María en el plano de la salvación.
María es morada de Dios que enlaza, con la Anunciación, y que tiene un carácter laical, en contraposición con el anuncio del nacimiento del Precursor del Mesías que se hace a su padre Zacarías.
Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote, llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una mujer descendiente de Aarón, que se llamaba Isabel; los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor.
No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos de avanzada edad. Sucedió que, mientras oficiaba delante de Dios, en el turno de su grupo, le tocó en suerte, según el uso del servicio sacerdotal, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso.
Toda la multitud del pueblo estaba fuera en oración, a la hora del incienso.
Se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso.
Al verle Zacarías, se turbó, y el temor se apoderó de él. El ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno de Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, y a muchos de los hijos de Israel, les convertirá al Señor su Dios, e irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, = para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, = y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.»
Zacarías dijo al ángel: = «¿En qué lo conoceré? = Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad.» El ángel le respondió: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena nueva. Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo.» (Lc 1, 5-20)
Zacarías era Sacerdote, el anuncio se produce en el Templo en el transcurso de una celebración religiosa. Dios, que ha dejado al ser humano que vaya en su búsqueda, al terminar el Antiguo Testamento y dar comienzo una nueva etapa de la Historia de la Salvación, es Dios quien saldrá al encuentro del ser humano.
Y lo hace a través de María: una doncella de Nazaret, prometida con un varón justo llamado José, y lo hace en su propia y humilde casa de Nazaret: no hace falta el Templo para anunciar el Nacimiento del Mesías, del Salvador.
Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.
Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.»
María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?»
El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, = porque ninguna cosa es imposible para Dios.» = Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel dejándola se fue. (Lc 1, 26-38)
Dios, en esta nueva etapa de la Historia de la Salvación, llama a su servicio a las personas, incluidas las mujeres, y las llama en cualquier sitio, no hace falta el templo, no hace falta un lugar sagrado, ni llama dentro de unos oficios litúrgicos. Por parte del laico hace falta una respuesta: “… hágase en mí según tu palabra”
El tema de la condición y de la función laical de María en el plano de la salvación es posible referirlo sensatamente al tema de María como morada de Dios.
En Zacarías, la santificación es concebida según el modelo ascensional de la religión, típica de Israel: la búsqueda de Dios es iniciativa del ser humano, que se expresa en el sacrificio y mediante la bondad ética.
En María, Dios responde con su gracia. El modelo de la santificación se invierte; a ella no le anuncia el ángel, como ocurre en Zacarías: "Tu petición ha sido escuchada" (Lc 1,13), sino: "Salve, llena de gracia, el Señor está contigo" (Lc 1,28).
Estamos en el modelo no religioso, no cultual de la santificación; ésta no se produce como efecto de una respuesta debida por Dios a un acto cultual, sino como simple e incondicionada iniciativa gratuita de Dios. Zacarías recibe la promesa después de la súplica fiel; María, en cambio, es colmada de gracia en el misterio de la predestinación divina.
A Zacarías, Dios le da una respuesta de gracia; a María, en cambio, le concede una iniciativa de gracia; con Zacarías estamos en la economía sacral del sacrificio como acción que previene a la gracia de Dios; con María se inaugura la economía de la gracia incondicionada, es decir, que antecede al culto y a la bondad moral del ser humano. Comenta Max Thurian: "María es un signo de la total gratuidad de Dios, que no espera la entrada de su siervo en el santuario sino que desciende hasta su sierva ya escuchada en una plenitud de gracia que ella no ha podido ni siquiera suponer, y menos aún pedir".
Así, la fuerte presencia y la más extraordinaria revelación de Dios que se desarrollarán en los tiempos nuevos se inician con la anunciación. Desde este momento Dios manifiesta que no tiene necesidad del sacerdocio tradicional, del culto sacrificial del templo, del santo de los santos, del arca de la alianza; él, queriendo mostrar la gratuidad y la novedad de su amor salvífico hacia los hombres, escoge una persona no apta para el sacerdocio, María, cuya súplica sacerdotal él no escucha por tanto, sino que previene con su gracia más incondicionada; por eso, entre otras cosas, Dios hace de María el signo del fin del sacerdocio sacrificial y privilegiado del AT.
2/ Relaciones de María con la realidad laical.
Las realidades terrestres, además de poseer valores inmanentes y autónomos (cf GS 36), son también realidades relacionales: hablan de relación al hombre (cf AA 7; GS 55), a Dios (cf GS 36; D V 3), a Cristo (cf LG 7, AG 3, GS65 AA 5), al Espíritu (cf AG 4, GS 26), a la Iglesia (cf I M 3; AA 6-7; GS 42). Podemos preguntarnos en este contexto: ¿no existe ninguna relación entre misterio mariano y realidad laico-secular? Es una pregunta a la que intentamos dar una respuesta muy breve, pero al mismo tiempo lo más precisa posible, porque de ella puede provenir alguna iluminación al problema de la relación María-laicos; los laicos, en efecto, se relacionan con la realidad secular de manera especial y típica, ya que ellos la deben animar cristianamente, según se ha recordado ya, "con carácter secular" (LG 31). Por realidades seculares no entendemos aquí sólo las criaturas infrahumanas, sino las realidades que, de algún modo, son siempre humanas, ya por ser obra del ser humano, ya por estar destinadas por Dios al ser humano. Hoy, por lo demás, esta solidaridad entre los hombres y las cosas es fuertemente sentida y destacada también en teología.
La relación María-realidad laico-secular en cierto modo está implícita en cuanto se ha dicho sobre la condición y la función laicales de María, pero es posible y conveniente desarrollarla y explicitarla más. Para ello, es útil someter a una lectura particular dos privilegios marianos: el de la inmaculada concepción y el de la asunción a los cielos.
+ El dogma de la inmaculada concepción. Resulta paradójico: el dogma que parece separar a María del mundo y hasta de la suerte de la humanidad ofrece la posibilidad de una lectura y de una interpretación capaces de inspirar la liberación y promoción de la realidad secular y humana: "En María la inmaculada concepción no se convierte en un sistema, en una estructura, en un uso o en una tradición que la separa de los demás hombres". La Inmaculada es la creación íntegra, sin defectos, sin pecado, sin caída; ella es la perfecta creación parcial, como Dios había deseado que fuese la creación total. Mas la Inmaculada con su integridad no sólo recuerda cómo podía y debía ser - si el hombre hubiera permanecido fiel - la creación entera, sino que profetiza también cómo puede y debe ser. Escribe agudamente Rahner: "La Inmaculada no es sólo el ideal que debiéramos haber logrado y que saludamos desde lejos como eternamente inaccesible. El hecho de que hayamos empezado, más tarde que María y de modo distinto, un camino a menudo lleno de tropiezos y traspiés, no significa sin más que lleguemos sólo a medias, cuando de veras encontramos la casa del Padre". La Inmaculada es el ejemplo de la perfecta realización del proyecto vocacional propuesto por Dios a la realidad secular-humana total. En la Inmaculada es posible ver la cumbre a la que ha llevado Dios a María e intenta llevar a la creación entera; por tanto, la Inmaculada es la meta que indica la integridad a la que Dios quiere conducir con la obra salvífica a toda la realidad creada. La Inmaculada es, entre otras cosas, un punto de referencia obligado para que el hombre pueda comprenderse a sí mismo: "Únicamente podemos saber lo que es el hombre teniendo presente... al mancillado por la culpa original y la Inmaculada". En ella el hombre "contempla su perfección: la de ser el espejo puro en el cual Dios admira con complacencia la historia creada por su bondad y en la que refleja su imagen eterna". La Inmaculada es "lámpara sobre el candelero", "ciudad en lo alto del monte" no sólo para los cristianos, sino, a través de ellos, para todos los seres humanos. El cristianismo en su diálogo con el mundo puede presentar a María inmaculada, entre otras cosas, como tipo en el cual se compendian todos los "deseos" de integridad y de plenitud cultivados por todos los que buscan a Dios (incluidos los anónimos) y, al mismo tiempo, como el tipo en el cual se compendia la acogida de tales deseos por parte de Dios. La Inmaculada es la síntesis simbólica de todas las peticiones existenciales nacidas del corazón de los hombres, y es también la síntesis simbólica de todas las respuestas dadas por Dios a ellas. La Inmaculada es también la gracia redentora más plena y más rica concedida por Dios al hombre, que ha encontrado la respuesta más plena y más rica por parte de la criatura.
+ El dogma de la asunción. La asunción es hoy, quizá sin plena advertencia, una piedra de toque para el pensamiento cristiano contemporáneo y para las opciones de los cristianos, especialmente las de tipo histórico-secular. María asunta es el icono de la creación transfigurada, plenamente realizada y glorificada. Las actuales fragilidades y la imperfección de la creación están destinadas a ser definitivamente superadas.
María con su Asunción, es decir, con su entrada definitiva en el reino, celebra por tanto la liberación plena y radical del ser humano, y como tal capaz de liberar no sólo de la cautividad de índole económico-politico-cultural, sino también de la presa esclavizadora de la muerte. La asunción de María es la demostración concreta de fe de cuanto piensa el cristianismo sobre el destino del hombre: el hombre está hecho para otro mundo, que no es la contradicción de lo que estamos viviendo; que es más bien preparado y merecido por éste, pero que no es reducible a éste, y por eso no se le puede olvidar. La asunción de María es la solución cristiana concreta al problema del hombre en relación con la historia y de la historia en relación con el hombre. Para el cristianismo, el hombre debe fecundarse en la acción del tiempo, destinado a desembocar en la eternidad, y no a esterilizarse en el tiempo que pasa. Con la asunción de María el cristianismo proclama que el
hombre merece más que la historia, que la historia no le basta al hombre.
3/ Carácter típico de María respecto a los laicos.
Más que de modelo, es posible hablar de María como de tipo, punto de referencia, desafío y provocación para el pueblo de Dios y el creyente a vivir el compromiso secular y a realizar el proyecto de Dios sobre el mundo. Al cristiano no se le pide que copie materialmente la vida de María en cada uno de sus detalles. En estos términos no seria posible una imitación de María: por lo demás, así concebida, no seria posible tampoco la imitación de Cristo.
María puede y debe ser propuesta como tipo del seguimiento de Cristo a todos los miembros del pueblo de Dios, ya que ella "fue la primera y la más perfecta seguidora de Cristo". Los estados de vida, tan específicos y por lo mismo en condiciones de crear especificaciones (articulaciones, caracterizaciones) dentro del pueblo de Dios, forman de hecho la compleja fisonomía religiosa y cristiana de la iglesia del NT. También en este sentido se dice que todos los miembros del pueblo de Dios — los religiosos, los sacerdotes, los miembros de los institutos seculares, los laicos y hasta las personas particulares, ya que, según se ha dicho, las vocaciones son personales — pueden y deben mirar a María como al tipo más capaz de inspirarles en orden a la construcción de su particular imitación de Cristo. Los distintos estados de vida, y hasta las vocaciones personales particulares, pueden obtener el seguimiento concreto de Cristo, que María practicó, una inspiración no genérica sino, por así decirlo, puntual y precisa.
IMITACION de MARÍA.
Existen o pueden existir semejanzas entre la vida de María y las diversas situaciones de la vida de los cristianos; pero éstas serán siempre parciales, aunque verdaderas. En cambio,
la actualización del misterio de María en la vida de los cristianos sólo puede considerarse completa si posee la convicción de que inspirarse en María no dispensa de crearse una forma propia de vida cristiana. El cristiano, frente al ejemplo de María, se encuentra casi en la misma condición que el artista, el cual, aunque se inspira, no tiene necesidad de copiar; mejor, si es verdadero artista, no copia nunca. Una actualización completa del misterio de María en la existencia de los cristianos particulares, lo mismo que en los estados de vida, es posible también a condición de que la realización con María no se conciba a un nivel puramente imitativo. María no se relaciona con la Iglesia sólo por medio del vinculo de la tipología, sino también con el de la presencia; María está presente en la vida de la Iglesia, es decir, en la existencia de los hermanos de su Hijo (cf LG 62) con la oración y con su protección materna; por eso todos los cristianos pueden encontrar en toda circunstancia apoyo, ayuda y consuelo en la inagotable caridad socorredora de María, que Dios mismo quiso darles a todos por madre.
+ EJEMPLARIDAD DE MARÍA PARA LOS LAICOS EN SENTIDO ESPECÍFICO.
La situación existencial de María y su vocación a ser Madre de Dios y Madre de la Iglesia es ciertamente única e irreductible a cualquiera otra situación existencial y vocación. Mas, prescindiendo de esto, si se quiere situar a María en un estado de vida con referencia a las actuales categorías canónicas, es preciso decir que hay que colocarla en el estado laical, aunque sea en un contexto de vida fuertemente consagrada. A consecuencia de ello, asentado que María es ejemplar para todos y que tiene una presencia materna en todos los cristianos, es preciso decir, sin embargo, que hay que hablar de una ejemplaridad de algún modo especial por parte de María respecto a los laicos, entendidos esta vez en el sentido de "todos los fieles, a excepción de los miembros que han recibido un orden sagrado y los que están en estado religioso reconocido" (LG 31). Para vivir como hijos de Dios y discípulos de Cristo, los laicos pueden mirar a María, laica, mujer de su tiempo y de su ambiente, dedicada plenamente a la gestión de las cosas temporales que cotidianamente le incumbían y entregada a ordenarlas según el plan de Dios.
+ María y la misión sacerdotal de los laicos.
La iglesia es enteramente sacerdotal, y por eso su misión es enteramente sacerdotal. Es el tema del sacerdocio común o general o de los fieles, distinto al sacerdocio ministerial u ordenado, el sacerdocio común se actúa por la participación dada por el bautismo y la confirmación en el sacerdocio de Cristo (LG 10.34). Dentro de la Iglesia, pueblo enteramente sacerdotal, algunos sacerdotes comunes (bautizados y confirmados) son ordenados sacerdotes ministeriales. También los laicos, sacerdotes comunes no ministeriales, son
designados para ofrecer "sacrificios espirituales agradables a Dios" e interceder de este modo por la salvación del mundo: "Todas sus obras, preces y proyectos apostólicos, la vida conyugal y familiar, el trabajo cotidiano, el descanso del alma y del cuerpo, si se realizan en el Espíritu, incluso las molestias de la vida, si se sufren pacientemente, se convierten en hostias espirituales, aceptables a Dios por Jesucristo (cf /1P/02/05)" (LG 34).
Por tanto, toda la vida de los laicos puede y debe convertirse en un culto tributado a Dios, en una glorificación de Dios, en una plegaria por la llegada de su reino. María no pertenece al orden sacerdotal de los ministros consagrados y constituidos en jerarquía; por eso no se le debe dar el titulo de sacerdote en sentido ministerial; de hecho, el magisterio eclesiástico ha repudiado semejante titulo para María. Sin embargo,
por su posición de singular excelencia en cuanto Madre de Cristo, sumo y eterno sacerdote, y a él asociada en toda la obra sacerdotal y sacrificial de la redención, participa de ese místico sacerdocio que San Pedro les reconoce a todos los fieles (cf /1P/02/09ss).
+ María y la misión profética de los laicos.
Los laicos, por participar del poder profético de Cristo, son testigos y anunciadores de la palabra al mundo "para que la fuerza del evangelio resplandezca en la vida cotidiana y social" (LG 35; AA 6.11). El anuncio de la palabra, cuando se trata de los laicos se entiende en un sentido amplio; por ejemplo, la LG y AA entienden la palabra como testimonio. De este modo, por ejemplo, anunciaron a Cristo los mártires de los primeros siglos, la mayoría de los cuales eran laicos (cf LG 35; AA 6).
Todos los cristianos son evangelizadores, la secularidad que cualifica a los laicos — si bien no es una cualificación que excluya otras dimensiones creadas por la vocación personal — caracteriza a la evangelización, en cuanto que ésta "adquiere una nota especifica y una peculiar eficacia por el hecho de que se realiza dentro de las comunes condiciones de la vida en el mundo" (LG 35).
María, por motivos estrictamente bíblicos, es justamente saludada como guía y estrella de la evangelización.
+ María y la misión real de los laicos.
Una función, la real, es quizá la función laical más importante; con ella los laicos intentan realizar la "liberación" de todas las cosas en Cristo. Es lo que afirma la LG: "Sirviendo a Cristo también en los demás, conducen en humildad y paciencia a sus hermanos hasta aquel rey a quien servir es reinar.
Porque el Señor desea dilatar su reino por mediación de los fieles laicos; un reino de verdad y de vida, un reino de santidad y de gracia, un reino de justicia, de amor y de paz" (LG 36). Es aquí conveniente y útil, para explicar esta función real de los laicos, recordar la urgencia y la necesidad de humanizar y animar cristianamente el progreso moderno en todos sus sectores. Esto requiere de los laicos un compromiso mucho mayor que en el pasado: necesidad de una alta competencia en el propio sector de actividad; se precisa, en el grado más alto posible, un rico bagaje de virtudes humanas, se precisa la plenitud de la vida cristiana.
Fuente: M.G. Masciarelli
4. MARÍA, MODELO de IDENTIFICACIÓN en la VIDA del LAICO.
María no tiene solamente una relación “maternal” para los laicos, es ejemplo, “modelo de identificación”.
Existen tres aperturas:
- Condición y función laical de María en el plano de la salvación.
- Relación entre el ministerio de María y la realidad laico-seglar.
- Carácter típico de María respecto a los laicos.
1/ Condición y función laical de María en el plano de la salvación.
María es morada de Dios que enlaza, con la Anunciación, y que tiene un carácter laical, en contraposición con el anuncio del nacimiento del Precursor del Mesías que se hace a su padre Zacarías.
Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote, llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una mujer descendiente de Aarón, que se llamaba Isabel; los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor.
No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos de avanzada edad. Sucedió que, mientras oficiaba delante de Dios, en el turno de su grupo, le tocó en suerte, según el uso del servicio sacerdotal, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso.
Toda la multitud del pueblo estaba fuera en oración, a la hora del incienso.
Se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso.
Al verle Zacarías, se turbó, y el temor se apoderó de él. El ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno de Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, y a muchos de los hijos de Israel, les convertirá al Señor su Dios, e irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, = para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, = y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.»
Zacarías dijo al ángel: = «¿En qué lo conoceré? = Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad.» El ángel le respondió: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena nueva. Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo.» (Lc 1, 5-20)
Zacarías era Sacerdote, el anuncio se produce en el Templo en el transcurso de una celebración religiosa. Dios, que ha dejado al ser humano que vaya en su búsqueda, al terminar el Antiguo Testamento y dar comienzo una nueva etapa de la Historia de la Salvación, es Dios quien saldrá al encuentro del ser humano.
Y lo hace a través de María: una doncella de Nazaret, prometida con un varón justo llamado José, y lo hace en su propia y humilde casa de Nazaret: no hace falta el Templo para anunciar el Nacimiento del Mesías, del Salvador.
Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.
Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.»
María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?»
El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, = porque ninguna cosa es imposible para Dios.» = Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel dejándola se fue. (Lc 1, 26-38)
Dios, en esta nueva etapa de la Historia de la Salvación, llama a su servicio a las personas, incluidas las mujeres, y las llama en cualquier sitio, no hace falta el templo, no hace falta un lugar sagrado, ni llama dentro de unos oficios litúrgicos. Por parte del laico hace falta una respuesta: “… hágase en mí según tu palabra”
El tema de la condición y de la función laical de María en el plano de la salvación es posible referirlo sensatamente al tema de María como morada de Dios.
En Zacarías, la santificación es concebida según el modelo ascensional de la religión, típica de Israel: la búsqueda de Dios es iniciativa del ser humano, que se expresa en el sacrificio y mediante la bondad ética.
En María, Dios responde con su gracia. El modelo de la santificación se invierte; a ella no le anuncia el ángel, como ocurre en Zacarías: "Tu petición ha sido escuchada" (Lc 1,13), sino: "Salve, llena de gracia, el Señor está contigo" (Lc 1,28).
Estamos en el modelo no religioso, no cultual de la santificación; ésta no se produce como efecto de una respuesta debida por Dios a un acto cultual, sino como simple e incondicionada iniciativa gratuita de Dios. Zacarías recibe la promesa después de la súplica fiel; María, en cambio, es colmada de gracia en el misterio de la predestinación divina.
A Zacarías, Dios le da una respuesta de gracia; a María, en cambio, le concede una iniciativa de gracia; con Zacarías estamos en la economía sacral del sacrificio como acción que previene a la gracia de Dios; con María se inaugura la economía de la gracia incondicionada, es decir, que antecede al culto y a la bondad moral del ser humano. Comenta Max Thurian: "María es un signo de la total gratuidad de Dios, que no espera la entrada de su siervo en el santuario sino que desciende hasta su sierva ya escuchada en una plenitud de gracia que ella no ha podido ni siquiera suponer, y menos aún pedir".
Así, la fuerte presencia y la más extraordinaria revelación de Dios que se desarrollarán en los tiempos nuevos se inician con la anunciación. Desde este momento Dios manifiesta que no tiene necesidad del sacerdocio tradicional, del culto sacrificial del templo, del santo de los santos, del arca de la alianza; él, queriendo mostrar la gratuidad y la novedad de su amor salvífico hacia los hombres, escoge una persona no apta para el sacerdocio, María, cuya súplica sacerdotal él no escucha por tanto, sino que previene con su gracia más incondicionada; por eso, entre otras cosas, Dios hace de María el signo del fin del sacerdocio sacrificial y privilegiado del AT.
2/ Relaciones de María con la realidad laical.
Las realidades terrestres, además de poseer valores inmanentes y autónomos (cf GS 36), son también realidades relacionales: hablan de relación al hombre (cf AA 7; GS 55), a Dios (cf GS 36; D V 3), a Cristo (cf LG 7, AG 3, GS65 AA 5), al Espíritu (cf AG 4, GS 26), a la Iglesia (cf I M 3; AA 6-7; GS 42). Podemos preguntarnos en este contexto: ¿no existe ninguna relación entre misterio mariano y realidad laico-secular? Es una pregunta a la que intentamos dar una respuesta muy breve, pero al mismo tiempo lo más precisa posible, porque de ella puede provenir alguna iluminación al problema de la relación María-laicos; los laicos, en efecto, se relacionan con la realidad secular de manera especial y típica, ya que ellos la deben animar cristianamente, según se ha recordado ya, "con carácter secular" (LG 31). Por realidades seculares no entendemos aquí sólo las criaturas infrahumanas, sino las realidades que, de algún modo, son siempre humanas, ya por ser obra del ser humano, ya por estar destinadas por Dios al ser humano. Hoy, por lo demás, esta solidaridad entre los hombres y las cosas es fuertemente sentida y destacada también en teología.
La relación María-realidad laico-secular en cierto modo está implícita en cuanto se ha dicho sobre la condición y la función laicales de María, pero es posible y conveniente desarrollarla y explicitarla más. Para ello, es útil someter a una lectura particular dos privilegios marianos: el de la inmaculada concepción y el de la asunción a los cielos.
+ El dogma de la inmaculada concepción. Resulta paradójico: el dogma que parece separar a María del mundo y hasta de la suerte de la humanidad ofrece la posibilidad de una lectura y de una interpretación capaces de inspirar la liberación y promoción de la realidad secular y humana: "En María la inmaculada concepción no se convierte en un sistema, en una estructura, en un uso o en una tradición que la separa de los demás hombres". La Inmaculada es la creación íntegra, sin defectos, sin pecado, sin caída; ella es la perfecta creación parcial, como Dios había deseado que fuese la creación total. Mas la Inmaculada con su integridad no sólo recuerda cómo podía y debía ser - si el hombre hubiera permanecido fiel - la creación entera, sino que profetiza también cómo puede y debe ser. Escribe agudamente Rahner: "La Inmaculada no es sólo el ideal que debiéramos haber logrado y que saludamos desde lejos como eternamente inaccesible. El hecho de que hayamos empezado, más tarde que María y de modo distinto, un camino a menudo lleno de tropiezos y traspiés, no significa sin más que lleguemos sólo a medias, cuando de veras encontramos la casa del Padre". La Inmaculada es el ejemplo de la perfecta realización del proyecto vocacional propuesto por Dios a la realidad secular-humana total. En la Inmaculada es posible ver la cumbre a la que ha llevado Dios a María e intenta llevar a la creación entera; por tanto, la Inmaculada es la meta que indica la integridad a la que Dios quiere conducir con la obra salvífica a toda la realidad creada. La Inmaculada es, entre otras cosas, un punto de referencia obligado para que el hombre pueda comprenderse a sí mismo: "Únicamente podemos saber lo que es el hombre teniendo presente... al mancillado por la culpa original y la Inmaculada". En ella el hombre "contempla su perfección: la de ser el espejo puro en el cual Dios admira con complacencia la historia creada por su bondad y en la que refleja su imagen eterna". La Inmaculada es "lámpara sobre el candelero", "ciudad en lo alto del monte" no sólo para los cristianos, sino, a través de ellos, para todos los seres humanos. El cristianismo en su diálogo con el mundo puede presentar a María inmaculada, entre otras cosas, como tipo en el cual se compendian todos los "deseos" de integridad y de plenitud cultivados por todos los que buscan a Dios (incluidos los anónimos) y, al mismo tiempo, como el tipo en el cual se compendia la acogida de tales deseos por parte de Dios. La Inmaculada es la síntesis simbólica de todas las peticiones existenciales nacidas del corazón de los hombres, y es también la síntesis simbólica de todas las respuestas dadas por Dios a ellas. La Inmaculada es también la gracia redentora más plena y más rica concedida por Dios al hombre, que ha encontrado la respuesta más plena y más rica por parte de la criatura.
+ El dogma de la asunción. La asunción es hoy, quizá sin plena advertencia, una piedra de toque para el pensamiento cristiano contemporáneo y para las opciones de los cristianos, especialmente las de tipo histórico-secular. María asunta es el icono de la creación transfigurada, plenamente realizada y glorificada. Las actuales fragilidades y la imperfección de la creación están destinadas a ser definitivamente superadas.
María con su Asunción, es decir, con su entrada definitiva en el reino, celebra por tanto la liberación plena y radical del ser humano, y como tal capaz de liberar no sólo de la cautividad de índole económico-politico-cultural, sino también de la presa esclavizadora de la muerte. La asunción de María es la demostración concreta de fe de cuanto piensa el cristianismo sobre el destino del hombre: el hombre está hecho para otro mundo, que no es la contradicción de lo que estamos viviendo; que es más bien preparado y merecido por éste, pero que no es reducible a éste, y por eso no se le puede olvidar. La asunción de María es la solución cristiana concreta al problema del hombre en relación con la historia y de la historia en relación con el hombre. Para el cristianismo, el hombre debe fecundarse en la acción del tiempo, destinado a desembocar en la eternidad, y no a esterilizarse en el tiempo que pasa. Con la asunción de María el cristianismo proclama que el
hombre merece más que la historia, que la historia no le basta al hombre.
3/ Carácter típico de María respecto a los laicos.
Más que de modelo, es posible hablar de María como de tipo, punto de referencia, desafío y provocación para el pueblo de Dios y el creyente a vivir el compromiso secular y a realizar el proyecto de Dios sobre el mundo. Al cristiano no se le pide que copie materialmente la vida de María en cada uno de sus detalles. En estos términos no seria posible una imitación de María: por lo demás, así concebida, no seria posible tampoco la imitación de Cristo.
María puede y debe ser propuesta como tipo del seguimiento de Cristo a todos los miembros del pueblo de Dios, ya que ella "fue la primera y la más perfecta seguidora de Cristo". Los estados de vida, tan específicos y por lo mismo en condiciones de crear especificaciones (articulaciones, caracterizaciones) dentro del pueblo de Dios, forman de hecho la compleja fisonomía religiosa y cristiana de la iglesia del NT. También en este sentido se dice que todos los miembros del pueblo de Dios — los religiosos, los sacerdotes, los miembros de los institutos seculares, los laicos y hasta las personas particulares, ya que, según se ha dicho, las vocaciones son personales — pueden y deben mirar a María como al tipo más capaz de inspirarles en orden a la construcción de su particular imitación de Cristo. Los distintos estados de vida, y hasta las vocaciones personales particulares, pueden obtener el seguimiento concreto de Cristo, que María practicó, una inspiración no genérica sino, por así decirlo, puntual y precisa.
IMITACION de MARÍA.
Existen o pueden existir semejanzas entre la vida de María y las diversas situaciones de la vida de los cristianos; pero éstas serán siempre parciales, aunque verdaderas. En cambio,
la actualización del misterio de María en la vida de los cristianos sólo puede considerarse completa si posee la convicción de que inspirarse en María no dispensa de crearse una forma propia de vida cristiana. El cristiano, frente al ejemplo de María, se encuentra casi en la misma condición que el artista, el cual, aunque se inspira, no tiene necesidad de copiar; mejor, si es verdadero artista, no copia nunca. Una actualización completa del misterio de María en la existencia de los cristianos particulares, lo mismo que en los estados de vida, es posible también a condición de que la realización con María no se conciba a un nivel puramente imitativo. María no se relaciona con la Iglesia sólo por medio del vinculo de la tipología, sino también con el de la presencia; María está presente en la vida de la Iglesia, es decir, en la existencia de los hermanos de su Hijo (cf LG 62) con la oración y con su protección materna; por eso todos los cristianos pueden encontrar en toda circunstancia apoyo, ayuda y consuelo en la inagotable caridad socorredora de María, que Dios mismo quiso darles a todos por madre.
+ EJEMPLARIDAD DE MARÍA PARA LOS LAICOS EN SENTIDO ESPECÍFICO.
La situación existencial de María y su vocación a ser Madre de Dios y Madre de la Iglesia es ciertamente única e irreductible a cualquiera otra situación existencial y vocación. Mas, prescindiendo de esto, si se quiere situar a María en un estado de vida con referencia a las actuales categorías canónicas, es preciso decir que hay que colocarla en el estado laical, aunque sea en un contexto de vida fuertemente consagrada. A consecuencia de ello, asentado que María es ejemplar para todos y que tiene una presencia materna en todos los cristianos, es preciso decir, sin embargo, que hay que hablar de una ejemplaridad de algún modo especial por parte de María respecto a los laicos, entendidos esta vez en el sentido de "todos los fieles, a excepción de los miembros que han recibido un orden sagrado y los que están en estado religioso reconocido" (LG 31). Para vivir como hijos de Dios y discípulos de Cristo, los laicos pueden mirar a María, laica, mujer de su tiempo y de su ambiente, dedicada plenamente a la gestión de las cosas temporales que cotidianamente le incumbían y entregada a ordenarlas según el plan de Dios.
+ María y la misión sacerdotal de los laicos.
La iglesia es enteramente sacerdotal, y por eso su misión es enteramente sacerdotal. Es el tema del sacerdocio común o general o de los fieles, distinto al sacerdocio ministerial u ordenado, el sacerdocio común se actúa por la participación dada por el bautismo y la confirmación en el sacerdocio de Cristo (LG 10.34). Dentro de la Iglesia, pueblo enteramente sacerdotal, algunos sacerdotes comunes (bautizados y confirmados) son ordenados sacerdotes ministeriales. También los laicos, sacerdotes comunes no ministeriales, son
designados para ofrecer "sacrificios espirituales agradables a Dios" e interceder de este modo por la salvación del mundo: "Todas sus obras, preces y proyectos apostólicos, la vida conyugal y familiar, el trabajo cotidiano, el descanso del alma y del cuerpo, si se realizan en el Espíritu, incluso las molestias de la vida, si se sufren pacientemente, se convierten en hostias espirituales, aceptables a Dios por Jesucristo (cf /1P/02/05)" (LG 34).
Por tanto, toda la vida de los laicos puede y debe convertirse en un culto tributado a Dios, en una glorificación de Dios, en una plegaria por la llegada de su reino. María no pertenece al orden sacerdotal de los ministros consagrados y constituidos en jerarquía; por eso no se le debe dar el titulo de sacerdote en sentido ministerial; de hecho, el magisterio eclesiástico ha repudiado semejante titulo para María. Sin embargo,
por su posición de singular excelencia en cuanto Madre de Cristo, sumo y eterno sacerdote, y a él asociada en toda la obra sacerdotal y sacrificial de la redención, participa de ese místico sacerdocio que San Pedro les reconoce a todos los fieles (cf /1P/02/09ss).
+ María y la misión profética de los laicos.
Los laicos, por participar del poder profético de Cristo, son testigos y anunciadores de la palabra al mundo "para que la fuerza del evangelio resplandezca en la vida cotidiana y social" (LG 35; AA 6.11). El anuncio de la palabra, cuando se trata de los laicos se entiende en un sentido amplio; por ejemplo, la LG y AA entienden la palabra como testimonio. De este modo, por ejemplo, anunciaron a Cristo los mártires de los primeros siglos, la mayoría de los cuales eran laicos (cf LG 35; AA 6).
Todos los cristianos son evangelizadores, la secularidad que cualifica a los laicos — si bien no es una cualificación que excluya otras dimensiones creadas por la vocación personal — caracteriza a la evangelización, en cuanto que ésta "adquiere una nota especifica y una peculiar eficacia por el hecho de que se realiza dentro de las comunes condiciones de la vida en el mundo" (LG 35).
María, por motivos estrictamente bíblicos, es justamente saludada como guía y estrella de la evangelización.
+ María y la misión real de los laicos.
Una función, la real, es quizá la función laical más importante; con ella los laicos intentan realizar la "liberación" de todas las cosas en Cristo. Es lo que afirma la LG: "Sirviendo a Cristo también en los demás, conducen en humildad y paciencia a sus hermanos hasta aquel rey a quien servir es reinar.
Porque el Señor desea dilatar su reino por mediación de los fieles laicos; un reino de verdad y de vida, un reino de santidad y de gracia, un reino de justicia, de amor y de paz" (LG 36). Es aquí conveniente y útil, para explicar esta función real de los laicos, recordar la urgencia y la necesidad de humanizar y animar cristianamente el progreso moderno en todos sus sectores. Esto requiere de los laicos un compromiso mucho mayor que en el pasado: necesidad de una alta competencia en el propio sector de actividad; se precisa, en el grado más alto posible, un rico bagaje de virtudes humanas, se precisa la plenitud de la vida cristiana.
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